
A medida que avanzamos en nuestros estudios es posible que encontremos ciertas dificultades, algunos aspectos en la forma de afrontar esos desafíos pueden variar dependiendo del sitio donde nos encontremos y del escalón educativo que estemos cursando, sin embargo existen una serie de principios que no deben variar, no importa cuál sea la circunstancia.
A continuación examinaremos una serie de consejos que nos ayudarán a desempeñar nuestra vida educativa de la forma correcta.
Empecemos recordando el ejemplo bíblico de Daniel. Muy probablemente tomado de casa cuando era un adolescente (Daniel 1: 1-4), Daniel tuvo que desarrollar su vida universitaria en una ciudad pagana. ¿Cambió Daniel su responsabilidad hacia a Dios después de haber sido llevado a tierra extraña? ¿Cambió Daniel sus principios religiosos porque lo rodeaban estudiantes, profesores o materias que no honraban a Dios? Por supuesto que no. Daniel vivió apegado a los mismos principios bíblicos que le fueron enseñados en Jerusalén y Dios utilizó todos esos principio para mostrar su grandeza en medio de la universidad humana más prestigiosa de ese entonces.
Humanamente hablando hay muchas razones por las cuales hacer las cosas bien: el deseo de ser el mejor atleta, el deseo de recibir aplausos, honra y respeto por parte de otros, remuneración monetaria, satisfacción personal, etc.; todas estas cosas pueden llevarnos a desempañar actos formidables, pero la pregunta es: ¿Bíblicamente, son estas motivaciones correctas? La respuesta es: No; bíblicamente debemos recordar que como cristianos lo que hacemos lo hacemos por amor a Cristo. “Y todo lo que hagáis, hacedlo de todo corazón, como para el Señor y no para los hombres…” (Colosenses 3: 23).
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe […]” (2 Corintios 3: 5). Pablo nos llama a hacer un autoexamen de nuestra mente con la guía del Espíritu Santo, bajo esta guía deberíamos hacernos la pregunta: “¿Estoy haciendo las cosas para honrar a Dios?”
Otro aspecto que debe ser incluido en este autoexamen es el de cuáles son los talentos que Dios nos ha dado. Sabemos que nos ha dado talentos (Mateo 25: 14-30; 1 Corintios 12: 7-11), el asunto es qué hacemos con esos talentos, ¿Hacemos que se multipliquen y produzcan para Cristo?
Muchos quizás han pasado por la experiencia de ser la persona diferente, profesores y otros estudiantes pueden notar diferencias en el estilo de vida de una persona que ha aceptado al Señor Jesús como su salvador. Jesús dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5: 16).
Si recordamos el ejemplo de Daniel nos daremos cuenta que Dios utilizó varios aspectos de la vida de Daniel para darse a conocer a las personas que habitaban Babilonia, utilizó cualidades especiales como la fidelidad, la consagración y la valentía, pero también utilizó la inteligencia, por supuesto la inteligencia de Daniel procedía de Dios, como él mismo lo dijo (Daniel 1: 15-20; 2:19-23). Hay personas que estarán observándonos, estaremos en la mira de muchos y por estarlo debemos procurar utilizar los talentos que Dios nos dio, incluyendo nuestro desempeño académico, para dejar en alto su nombre.
“El verdadero éxito en cualquier rama del deber no es el resultado de la casualidad, accidentes o del destino. Es el resultado de la providencia de Dios, la recompensa de la fe y la discreción, de la virtud y la perseverancia.”i Daniel, José y otros bien dotados siervos de Dios recibieron talentos especiales, pero al mismo tiempo debieron ser disciplinados y diligentes para hacer que esos talentos se multiplicasen. En la parábola de Lucas 19: 11-27, cuando el hombre noble decidió dar minas a sus siervos, lo hizo con la intención de que estos las utilizarán de algún modo. Cualquiera que haya sido la empresa que debieron emprender, seguramente no fue algo sin esfuerzo. Daniel y sus amigos, a pesar de su inteligencia, seguramente debieron sentarse a estudiar. Cualquier cosa que el Señor nos haya pedido hacer debemos hacerlo con todas nuestras fuerzas.
Otros podrán parecer haber comprador el éxito por medio de actividades deshonestas, pero nosotros habremos de alcanzarlo junto a Cristo a través de la moneda correcta: trabajo y carácter.ii
Los principios de una vida cristiana deben ser parte central en nuestras vidas; el resto del mundo no solo observará qué tan bien ejecutemos nuestro trabajo, sino también cuáles serán los medios que utilizaremos para ello. La honestidad, integridad, paciencia y bondad deben estar siempre presentes en nuestras vidas.
Cuando los gobernadores y sátrapas intentaron encontrar alguna falta contra Daniel, lo único que consiguieron fue esto: “[…] mas no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él.” (Daniel 6: 4).
Podemos pensar que no somos tan buenos como Daniel, después de todo, ¿cuántos de nosotros nunca hemos cometido algún error en el desempeño de nuestro trabajo? Bueno, aun cuando no seamos perfectos, somos llamados a mejorar cada día, a poner el pecado a un lado y pedir la dirección del Espíritu Santo. Cuando se considere un asunto de principios cristianos, debemos escoger lo que es correcto y armonioso con la Escritura, aun si implica perder gloria humana o riquezas materiales. “Debemos escoger lo correcto porque es correcto y dejar a Dios las consecuencias.”iii Algunas personas cierran voluntariamente sus ojos a las oportunidades que Dios les da y prefieren mantener las cosas como siempre. Esto no siempre es una buena decisión, en especial si estamos perdiendo oportunidades para multiplicar los talentos que Dios nos ha dado. La inteligencia, el razonamiento y la preparación académica son talentos en sí mismos y estamos supuestos a buscar la guía del Espíritu Santo para que estos sean desarrollados y guiados por Él para servirle de una mejor manera.iv Ser un visionario al servicio de Dios no es un error, es consagrar uno de los talentos a Él. Claro está, no podemos permitir que esa visión nos aparte del consejo bíblico. La innovación consagrada no va en contra de los principios de la Escritura, en su lugar de forma armoniosa con ellos nos lleva a servir al Maestro.
Junto a la visión y a los talentos está el llamado a aceptar nuevas responsabilidades. La tendencia a rehuir responsabilidades es bastante común. Algunos ejemplos bíblicos son: Moisés, Barac y Gedeón (Éxodo 3: 1-4, 11; Jueces 4: 4-10). ¿Cuántas veces rehuimos a las responsabilidades que Dios nos da? Puede ser que tengamos miedo, si permitimos que el miedo bloquee nuestro servicio a Dios habremos cometido un error. Es cierto, algunas veces habremos de enfrentar fracasos, pero en esas ocasiones debemos levantarnos, adquirir un aprendizaje y pedir la dirección divina, si es la voluntad de Dios se debe intentar nuevamente. Si evadimos responsabilidades por temor, perdemos la oportunidad de avanzar, de adquirir experiencia y aprendizaje.v Rechazar las responsabilidades y el llamado que Dios nos hace, es lo mismo que hacer un hoyo y depositar los talentos ahí. Debemos recordar las palabras del Señor al siervo que cavó un hoyo: “[…] siervo malo y negligente […]” (Mateo 25: 26). Si rechazamos consagrar nuestras mentes y su poder a Dios, en realidad estamos traicionándolo.vi Algunos, después de haber alcanzado el éxito, se olvidan de aquellos que estuvieron a su lado en el pasado. Esto no debería presentarse entre los cristianos. La Escritura menciona cómo Dios utilizó a personajes de talento e influencia para ayudar al resto de sus hijos en el pasado. Ester y Nehemías en Persia (Ester 8; Nehemías 2), José en Egipto (Génesis 45), Daniel en Babilonia (Daniel 2: 49) y otros más. Hoy debemos permitir que los principios y el compañerismo entre aquellos que se deleitan en la Ley de Dios estén también incorporados a nuestra vida académica y profesional, de modo que encontremos maneras de progresar juntos y cumplir el propósito de Cristo. Si nos mantenemos como fieles mayordomos de Cristo, veremos que con el pasar del tiempo los talentos serán multiplicados; nuevas responsabilidades nos serán dadas y aun nuevas oportunidades de multiplicar esos talentos aparecerán. Esas oportunidades llegarán solo en la medida que consagremos nuestras vidas a Dios.No rehúyas responsabilidades.
No olvides a tu hermano.
Recuerda que son medios para un fin.
Debemos recordar que el propósito de nuestras vidas no es el de obtener éxito de acuerdo a los estándares del mundo, sino el de servir a Dios. Nunca debemos permitir que nuestra vista se centre en los talentos, sino en el Señor de los talentos.
“No tiene límite la utilidad de quien, poniendo el yo a un lado, da lugar a la obra del Espíritu Santo en su corazón y lleva una vida dedicada por completo a Dios.” vii Autor: Ricardo Concepción G
Referencias:
i White, Prophets and kings. p. 317.
ii Félix Cortés, Vivir para triunfar, p. 52.
iii Ellen G. White, The Great Controversy (Silver Spring, Maryland: Ellen G. White Estate, Inc., 1911), p. 384, https://media2.egwwritings.org/swf/en_GC/index.html#/388/zoomed, (accessed June 23, 2014).
iv Ellen G. White, Messages to Young (Silver Spring, Maryland: Ellen G. White Estate, Inc.), p. 170, https://media2.egwwritings.org/swf/en_MYP/index.html#/174/zoomed, (accessed on June 24, 2014).
v Ellen G. White, Messages to Young People, p. 171.
vi Ellen G. White, Messages to Young People, p. 41.
vii Ellen G. White, The Ministry of Healing (Silver Spring, Maryland: Ellen G. White Estate, Inc., 1905), p. 104, https://media2.egwwritings.org/swf/en_MH/index.html#/108/zoomed, (accessed on June 24, 2014)..
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