
El Gran Conflicto lleva nuestra mirada hacia un nivel más allá de la existencia humana: Además de la creación del mundo que conocemos, Dios diseñó a los ángeles; y es en aquel escenario de armonía -regido por la libertad intrínseca en la perfección- donde Lucifer, el ser más increíble de todos, utiliza su libertad para oponerse a lo que su Creador le ofrecía.
Porque la libertad no es otra cosa que aceptar o rechazar las posibilidades que tenemos a nuestro alcance. Y ante el regalo de la vida con Dios, Lucifer elige lo contrario...
La rebelión de Satanás lo posiciona en el lado enfrentado al Señor, de ahí a que le atribuyamos el nombre de “opositor”, es decir: Satanás. No hay ningún inconveniente en ser rival en un partido de fútbol o el contrincante en una partida de ajedrez, ¿pero qué significa ser el opositor a la Vida? El antagonista de esta historia, renegando de Dios y de la opción de volver a él arrepentido, emprende con orgullo la tarea de llevar a su terreno al mayor número de gente con el objetivo de hacerles daño y convencerles de que el ser humano es demasiado poco para obedecer la Ley de Dios.
Satanás sembró y cosechó por su propio pie un sentimiento de odio hacia el que le había dado aliento e infundó la duda en los padres del planeta Tierra. Embaucó a Adán y Eva, la mente de los cuales se ensombreció bajo las artimañas del ángel caído con la terrible consecuencia de arrastrar a toda su descendencia (entre la que nos encontramos, claro) hacia una vida manejada por las cuerdas del engañador y su séquito de ángeles rebelados.
Desde el instante cero Dios pone en marcha el plan de Salvación; a través del él, las personas del mundo que nunca han conocido la perfección y la felicidad de vivir cara a cara con Jesús, pueden optar a ello. “Por su vida y su muerte, Cristo probó que la justicia de Dios no destruye su misericordia, sino que el pecado puede ser perdonado, y que la Ley es justa y puede ser perfectamente obedecida. Las acusaciones de Satanás fueron refutadas en la cruz”, escribió Helen G. White.
Aunque la gran lucha de la que hablamos ya la ha ganado Dios, Satanás y su equipo continúan trabajando para que las personas usen su libertad para decir que “no” al rescate y, de paso, las hace sufrir (por si fuera poco). Sin embargo, la Trinidad (Dios Padre, Cristo y Espíritu Santo) y su ejército de ángeles no descansan protegiendo y convenciendo de que en este bando está la liberación de la opresión para siempre.
Como hemos visto, hay un conflicto “encima de nuestras cabezas” (más de una vez “dentro”) y eso influye en las decisiones que tomamos día a día. Unos quieren estemos bien y otros que estemos mal hasta morir: El diablo entra sin pedir permiso y aprovecha nuestro descuido para infundirnos desánimo, malos pensamientos, egoísmo y actitudes ofensivas.
En contraposición, la bondad y todas sus virtudes son inspiradas por el Espíritu de Dios. ¿Cómo no hacerse un lío? Está en nuestras manos elegir al Vencedor y las virtudes que otorga. Sin embargo, equivocarnos es propio de la naturaleza que nos caracteriza hasta que Cristo venga. Entendamos que así como nosotros tenemos nuestros “momentos malos”, también los que nos rodean.
De algún modo, vernos a nosotros y a los demás como víctimas de un Gran Conflicto nos permite tolerar los errores, pues están infundidos por un poder superior (esto no nos exime de responsabilidad, ojo). Todos nos equivocamos, todos podemos arrepentirnos. Se trata de amar a la gente por el mero hecho de ser personas y de tratarlos dignamente por el “mero hecho” de que Cristo también ha muerto por ellos y les ofrece exactamente la misma salvación que a nosotros.
Jesús miraba con amor y perdonaba, y eso que nunca pecó, ¿cómo vamos a tolerar menos nosotros que estamos al mismo nivel que el que tenemos enfrente?
Autor: Claudia QA.
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