
“Siento como si estuviera al teléfono, pero no hubiera nadie al otro lado de la línea.”
“Es como si mis oraciones no atravesaran la propia barrera de mi pensamiento.”
“¿De qué sirve que ore, puesto que Dios conoce de sobra mis necesidades?”
“He probado a orar, y no he obtenido respuesta. No ha funcionado.”
Las anteriores son unas pocas de las variadas quejas que muchos formulan a propósito de la oración. Pero muchos otros hacen comentarios como los que siguen:
“Sé que Dios oye mis oraciones, y confío plenamente en que él responde.”
“El Señor jamás me ha abandonado.”
“Cuando le he pedido en sinceridad y devoción, el Señor siempre me ha respondido.”
“De no ser por la oración, hoy no estaría vivo.”
Conocemos el caso de una joven que se sentía sin esperanza ni consuelo, cuando alguien le sugirió que se aferrara al Señor, y pronunciara de corazón la sencilla oración que él enseñó.
En menos de 24 horas había dado con un curso bíblico que encendió en ella una fe viviente que cambió su vida, llenándola de significado, y proporcionándole paz y alegría interiores. Hoy es feliz, y está convencida de la eficacia de la oración sincera y humilde.
Como infinidad de fenómenos y leyes en la naturaleza, no es posible comprender su modo de acción, pero FUNCIONA. Es una realidad, y se pueden apreciar sus efectos.
No concluyas que la oración es ineficaz, antes de haber seguido las instrucciones contenidas en la Biblia.
Aprender a conversar con Dios y a reconocer sus respuestas, es la habilidad más importante de cuantas puedas adquirir. ¡No hay mejor medicina! Si aprendes a orar, nunca caerás en la desesperación, nunca sucumbirás a la angustia, ni a ningún otro pozo sin fondo.
CONOCE A DIOS
Para acudir a Dios, ¿qué es imprescindible que creas?
"porque para acercarse a Dios, uno tiene que creer que existe..." Hebreos 11:6 (DHH).
Además de creer que Dios existe, ¿qué has de creer sobre su carácter?
"...y que recompensa a los que lo buscan." Hebreos 11:6 (DHH).
Nunca llamarías a un número de teléfono, a menos que esperes encontrar alguien con quien comunicarte. Si crees que Dios existe, y que recompensa a aquellos que lo buscan, estás en disposición de hablar con él y de saber que él te escucha.
¿Cuán deseoso está nuestro Padre celestial de darnos lo que necesitamos?
"¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?" Mateo 7:9-11
PRINCIPIOS SENCILLOS PARA APRENDER
"El Señor Jesús decía: ‘Pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros; porque el Padre mismo os ama.’ ‘Yo os elegí a vosotros... para que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo de.’ (Juan 16:26 y 27; 15:16). Orar en el nombre del Señor Jesús es más que hacer simplemente mención de su nombre al principio y al fin de la oración. Es orar con el espíritu y los sentimientos de él, creyendo en sus promesas, confiando en su gracia y haciendo sus obras.” (El Camino a Cristo, p. 101)
No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer a Dios nuestras peticiones e implorar la divina dirección, como lo hizo Nehemías cuando hizo la petición delante del rey Artajerjes. En donde quiera que estemos podemos estar en comunión con él. Debemos tener abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huésped celestial.” (El Camino a Cristo, p. 99-101)
“Orad sin cesar” 1 Tesalonicenses 5:17
“Orar sin cesar es mantener una unión continua del alma con Dios, de modo que la vida de Dios fluya a la nuestra, y de nuestra vida la pureza y la santidad refluyan a Dios” (El Camino a Cristo, p. 98)
“...no se haga mi voluntad, sino la tuya” Lucas 22:42
En toda petición, recuerda: “...no se haga mi voluntad, sino la tuya, Señor”. Él sabe que eso no implica incredulidad, sino al contrario, una perfecta confianza en que él sabe y desea para nosotros aquello que es mejor. Podemos creer, podemos orar y esperar pacientemente en Aquel que es nuestro Salvador.
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