
¿Te ha pasado que a veces te faltan las palabras de admiración para describir a quien quieres?
El amor, las metáforas, la poesía e, incluso, la publicidad y los políticos, aprovechan la falta de precisión en los significados dados por el diccionario para seducirnos con sus expresiones.
El significado de las palabras está oculto en el intelecto humano, algunas se propagan hasta lo inconsciente y ninguna será lo mismo para dos personas. Por eso la comunicación a veces se hace tan difícil como necesaria.
La representación que le damos a las cosas sobrepasa las definiciones: Nuestros hábitos, gustos, preocupaciones, la educación o los intereses personales, cada situación, condiciona nuestra mirada (por muy legítima que sea) seamos emisores o receptores. Por ejemplo, el sol, el mar, los paisajes inmensos... La naturaleza entera da sensación de libertad aunque siga unas leyes incontrovertibles, ¿verdad? Identificamos la hermosura, la extensión, el espacio y el poder con la libertad, ¿pero qué pasa con las palabras que nos sugieren rigidez?
Justicia es uno de esos términos que evocan límites y provocan resistencia en muchos casos. Sin embargo, Aristóteles la considera la más sublime de todas las virtudes humanas y concibe el compromiso con los demás ciudadanos en una misión de armonía y bien común. Se trata de elegir siempre lo que vaya a bendecir a mayor número de personas. Siguiendo su idea, vemos que Justicia no es solo una palabra abstracta sino que se adquiere ejercitándola: “practicando la virtud se es virtuoso y practicando la Justicia se es justo”, recalca el filósofo. Lo curioso de todo esto es que el amado apóstol de Jesús se refirió al mismo ideal décadas después: “El que practica la Justicia es justo, así como él (Cristo) es justo”, Juan 3:7.
Para el ser humano es muy difícil ser justo por sus propios méritos; la imperfección nos incapacita para llegar eficazmente a dicha virtud. Por eso el filósofo griego resuelve que en la equidad está el éxito; en evitar los extremos está la correcta proposición que, por cierto, a veces se trata de un mal menor (una decisión que se convierte en lo bueno al tener que elegir entre eso o algo peor). Pero conforme sigo leyendo a Aristóteles los límites me resultan cada vez más difusos y la justicia más subjetiva -acaba manejándose como cualquier cosa en manos de los hombres-.
Juan, el amigo de Jesús, añade, a mi punto de vista, el complemento intrínseco que lleva el significado original de Justicia: la visión de un ser perfecto que, como tal, conoce cada rincón de realidad y es, en sí mismo, la Verdad. Juntando las dos visiones me doy cuenta de que la práctica de la Justicia es, a fin de cuentas, el conocimiento y la relación con Dios, el único que tiene todas las perspectivas para considerar qué es lo justo; es decir: qué es lo mejor para la mayoría de personas. Y en su caso optó por dar lo mejor a TODAS las personas de la historia: Nos ha dado salvación y vida eterna.
No hay mayor expresión de amor en toda la historia. Si beneficiar al máximo a los demás es la Justicia entonces, ser justo es amar. Si leemos las cartas de Juan veremos que son textos llenos de cariño, admiración, amor puro a Cristo -inmensa revelación de amor hacia todas las personas-. El significado más parecido para Justicia divina que poseemos es el significado de Amor.
Experimentemos a Cristo y practiquemos el amor que nos hace justos. Porque las vivencias dotan de contenido a las palabras y ojalá nuestro lenguaje esté cargado de aventuras con Jesús. Que vuestro vocabulario se llene de expresiones de alabanza y admiración a Dios; que le conozcamos hasta el punto en que no quedan palabras para describir lo increíble que es y nos limitemos a disfrutar de su compañía.
Autor: Claudia QA
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