
¿Te has sentido alguna vez como si no valieras nada, como si todos tuvieran talentos y dones destacados y fueran mejores que tú?
Si es así, te recomiendo leer el siguiente ejemplo que nos ofrece la naturaleza.
Si comparamos un Antílope con un guepardo quizá haya muchos que piensen que el guepardo es más fuerte y en una competición será ganador. Pero, analizando más profundamente las características de ambos descubrimos varios puntos interesantes.
Después de leer estas comparaciones, ¿cuál crees ahora que es el más fuerte? Mi respuesta es: ninguno. Los dos poseen fortalezas y debilidades que son difíciles de comparar y hacen que los dos estén igualados.
Mira lo que dice 1 Corintios 12:14-22 “Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios.”
Todos somos distintos y necesarios, ni mejores ni peores, por lo tanto, las comparaciones llegan a ser absurdas! Dios nos creó únicos y preciosos a sus ojos. Si te sientes pequeñito y piensas que no tienes nada que ofrecer, estás equivocado, a todos Dios les dio talentos para que los cultiven. Obsérvate y piensa en aquello que disfrutas haciendo, ese es tu talento, dedica tiempo a aquello que te apasiona y ponlo al servicio de Dios y empezarás a destacar.
Isaías 43:4 “Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida.”
Eres de gran estima para Dios, Dios no mira la apariencia, los títulos que tengas o las riquezas, éxito o fama de este mundo. Dios mira el corazón y te dice: “eres muy preciado y por eso di a mi Hijo por ti.” ¿Cómo te hace sentir eso? Afortunado, no?
Pongamos otro ejemplo:
Dios le dijo a Samuel que debía buscar un nuevo rey para Israel, le dijo que fuera a buscarlo entre los hijos de Isaí, los cuales se presentaron ante Samuel y éstos eran fuertes y hermosos. Samuel pensó que podría ser uno de ellos, pero Dios los desechó, eligió al menos pensado, el menos esperado para ser rey, a David, un muchachito que era pastor de ovejas, que nunca se había formado en el ejército como sus hermanos y que era manso y humilde.
Dios una vez más, nos demuestra que las comparaciones son absurdas, porque El mira el corazón y mira las cualidades ocultas. Así que, anímate y pídele a Dios que te muestre cuáles son tus cualidades y cómo puedes servirle mejor. ¡Te sorprenderás de lo que eres capaz!
Autor: Licenciada Carolina A.D.
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