
Con sólo 16 años de edad, la croata Mirjana Lucic se había convertido en una tenista de renombre mundial. Ya estaba en el 50º puesto del escalafón femenino. Luego de jugar el Abierto de Estados Unidos, decidió solicitar asilo para ella, su madre y sus hermanos.
¿La razón? Los golpes propinados por su padre. La muchacha declaró: “Me castigaba más de lo que se pueden imaginar. A veces por un juego o por un set perdidos, o por un mal día. No quiero ni hablar de lo que pasaba cuando perdía un torneo”.
La realidad es que millones de personas padecen una situación similar, pero sus casos no llegan a las noticias.
Catorce semanas después de la boda de Paul Gascoigne, estrella del fútbol británico y jugador del Glasgow Rangers, su esposa fue fotografiada a la salida del hospital. Tenía un brazo fracturado, la cara llena de moretones, un ojo negro y cortes en la nariz.
Muchas organizaciones feministas solicitaron la expulsión del jugador. La respuesta de los dirigentes del equipo fue un caso de clásica indiferencia: “Nosotros contratamos a un futbolista y no nos interesa su vida familiar”.
José Carollo, alcalde de Miami, estuvo un día incomunicado en la cárcel por golpear a su esposa. Fue dejado en libertad al día siguiente con la prohibición de acercarse a ella y a sus hijos.
Estos hechos podrían haber pasado inadvertidos de no ser por la fama de sus protagonistas. La realidad es que millones de personas padecen una situación similar, pero sus casos no llegan a las noticias.
¿Qué es la violencia doméstica?
La violencia doméstica es toda acción o conjunto de acciones “que utilizan abusivamente el poder para lograr dominio sobre una persona, forzándola y atentando contra su autonomía, integridad, dignidad o libertad”.
Del mismo modo, una mujer golpeada es “aquella que sufre maltrato intencional de orden emocional, físico y sexual, ocasionado por el hombre con quien mantiene un vínculo íntimo”.
Esta definición implica admitir que la mayor parte de los incidentes de violencia física y psicológica se dan en el marco de relaciones que deberían ser por definición de protección y refugio.
La violencia tiene diferentes manifestaciones. Se tiende a hablar de ella sólo en términos de agresión física; sin embargo, su manifestación es más compleja.
Se habla de abuso cuando hay:
Sea cual fuere la dinámica de la violencia en una relación interpersonal, ésta dependerá del tipo de abusador, el momento del abuso, la cultura donde se produce, las creencias y mitos de los involucrados, etc.
Un fenómeno mundial
Se estima que el 95% de las víctimas de agresión intrafamiliar son mujeres.
Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer, una de cuatro mujeres en el mundo sufre maltrato doméstico, lo que lleva a la escalofriante cifra de que al menos 300 millones de mujeres en el mundo sufren algún tipo de maltrato. Cada quince segundos ocurre algún caso de violencia doméstica en algún lugar del mundo.
Esto resulta espantoso si consideramos que sólo el 10% de las víctimas denuncia el problema.
Se calcula que seis de cada diez parejas experimentan algún cuadro de violencia doméstica. La existencia y el patrón de violencia no reconocen fronteras culturales o económicas.
El patrón de la violencia
¿Está justificada la violencia? En muchos países la violencia contra la mujer es considerada como un asunto familiar privado. Sin embargo, debemos reconocer que es un problema que de un modo u otro nos atañe a todos.
Muchos expertos en violencia doméstica sostienen que la tolerancia femenina a esta realidad contribuye a perpetuar la situación. Además, está latente la idea ancestral de que la mujer debe ser castigada cuando su conducta transgrede el papel que la sociedad le ha asignado.
Todo esto implica que el problema del maltrato de la mujer no está restringido a un lugar geográfico o a una cultura determinada. Está tan aceptado por la sociedad, que muchas víctimas optan por resignarse.
Esto crea un efecto dominó donde las nuevas generaciones reproducen los modelos equivocados, provocando situaciones de ausentismo laboral, mal rendimiento escolar, enfermedades y “accidentes” que son pagados finalmente por todos. Hay investigaciones que muestran que los hijos de familias donde las madres han sido sistemáticamente agredidas propenden al abandono escolar, el uso de drogas, a padecer desórdenes psicológicos, a repetir esquemas violentos y a vivir patrones sociales delictivos.
Los hijos e hijas de hogares donde las madres han sido golpeadas tienden a reproducir los mismos patrones que experimentaron en sus hogares. Es un error creer que lo que sucede dentro del hogar no afecta su entorno.
Las investigaciones también muestran que las mujeres agredidas física o psicológicamente, estarán inhibidas de desenvolverse normalmente en la sociedad y en el hogar. Su rendimiento laboral, su capacidad como madre, su desarrollo personal y su calificación como ciudadana se verán afectados por el resto de su vida hasta que elijan afirmar su dignidad personal y poner fin a la situación de violencia.
Mitos en torno a la violencia doméstica
Algunos mitos están tan asentados en la cultura y en patrones de pensamiento que la erradicación del abuso intrafamiliar parece una tarea imposible. Es por lo tanto importante entenderlos y destruirlos para poder enfrentar individual y corporativamente esta amenaza.
Algunos de estos mitos son:
Conclusión
La violencia doméstica, en particular contra las mujeres, es endémica, y esta conducta inhumana no debe continuar sin resistencia y cambio. La conducta civilizada, además de otros principios básicos de la ética y el cristianismo, requieren que hagamos todo lo posible para prevenir este flagelo.
Dios nunca quiso que alguien fuera tratado de manera indigna. La Biblia dice que Dios aborrece a la persona que ama la violencia (Salmo 11: 5). El Señor invita a los maridos a que amen a sus esposas como a sus mismos cuerpos (Efesios 5: 28). La lógica de esta apelación es que ninguna persona normal atentará contra su propio cuerpo.
Nadie puede quedar indiferente frente a este tema. El Señor mismo afirma en su Palabra: “Libra a los que son llevados a la muerte, salva a los que tienen su vida en peligro. Porque si dices: ‘Lo cierto es que no lo supimos', ¿acaso no lo considerará el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, y él pagará al hombre según sus obras” (Proverbios 24:11-12).
Autor: Miguel Ángel Núñez
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