“- ¿Te enteraste de lo de Becky? Está saliendo con Roberto, el que recién llegó. He oído que tiene un registro de arresto, creo que por robo”.
“- ¡No! Parece tan simpático. Realmente uno no puede confiar en las apariencias. La verdad es que Becky siempre se ha metido en problemas, desde la separación de sus padres. Oí que su padre...”
Y es así como se teje la red del chisme, el cual incluye cada vez a más personas. Sus reputaciones se ven afectadas, con frecuencia con historias con poca o ninguna base de verdad. Al principio sólo parece una diversión inocente, una forma de matar el tiempo. Pero sus consecuencias pueden ser de largo alcance, afectando a incontables vidas durante los años venideros.
”No es posible ganar un juego pensando que vas a perderlo”.
Todos alguna vez fuimos niños y hubo un tiempo en la mayor parte de nuestras vidas cuando no teníamos miedo, lo que queríamos era volar, nos pasamos nuestra niñez y nuestra juventud pensando que todo lo podíamos lograr. Ningún objetivo era inalcanzable y teníamos suficiente fuerza para conquistar al mundo.
Luego, a medida que pasaba el tiempo, ya no éramos tan niños y el mundo nos dice con más frecuencia que no podemos hacer lo que queremos, que los sueños son cosa de niños, que el ganar es para unos privilegiados, para aquellos que tienen suerte y tienen “con que”
Muchas veces nos preguntamos por qué hay tantos jóvenes que, habiendo conocido el evangelio y la verdad, un día deciden abandonar la iglesia y no volver.
Vivimos en una época en la cual nuestros jóvenes dejan la iglesia de forma alarmante, y quizás debamos conocer algunos de los motivos que los impulsan a dejar atrás algo tan maravilloso como la vida en Cristo.
Estas razones resultarán muy familiares para aquellos que trabajan con jóvenes.«Este es tu problema, no el mío»; «¿Y a mí qué? Yo paso». Estas frases, tan populares hoy en una sociedad individualista en grado sumo, reflejan la tendencia natural del ser humano desde que Caín hizo la cínica pregunta que aparece como título de este artículo refiriéndose a su hermano Abel, a quien acababa de matar.
Por naturaleza, todos llevamos algo de «cainismo» en el corazón: indiferencia y egoísmo en las relaciones con el prójimo. Incluso muchas personas creen y hacen suyo de buena fe aquel refrán que dice: «Cada uno en su casa y Dios en la de todos».
Dejémoslo claro. Creemos que ningún joven, cristiano o no, debería leer los libros o ver la película de "50 Sombras de Grey".
Su mensaje no solo está totalmente en contra de los principios cristianos más básicos, sino que distorsionan peligrosamente la sexualidad que Dios creó para ser vivida en el matrimonio.
Pero incluso si no ves la película, su mensaje tóxico está ya calando en nuestra cultura, y puede sembrar ideas peligrosas en tu cabeza, que a la larga hagan mucho daño a tu vida sentimental y espiritual.
Es por ello, que hemos decidido compartir la siguiente carta de la Psiquiatra Miriam Grossman MD, acerca de la recientemente estrenada película "50 Sombras de Grey".
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