Fue el primero en usar el telescopio para estudiar los cielos. Fue el primero en descubrir las lunas de Júpiter, el primero en anunciar las manchas solares, el primero en llegar a saber que la Vía Láctea está formada de millones de estrellas y el primero en sugerir que la luna es montañosa.
También fue uno de los primeros en decir que Tolomeo estaba equivocado y que Copérnico estaba en lo cierto: la tierra gira alrededor del sol, y no lo contrario.
Estos anuncios le ocasionaron a Galileo Galilei (1564-1642), uno de los fundadores de la ciencia experimental moderna, conflictos con la iglesia establecida. Los jesuitas creían que sus enseñanzas acarrearían las peores consecuencias para la iglesia de Roma. El anciano científico fue juzgado y forzado a retractarse de sus enseñanzas. Y Galileo se retractó. Pero se cuenta que susurró: "Eppur si muove!" (y sin embargo, se mueve). Después de más de 350 años, en 1992, el Papa Juan Pablo II aceptó que se había cometido un gran error al condenar a Galileo.
Según la noticia con la que los medios de comunicación nos han bombardeado siempre, el Universo es plano. Pero, ¿esto qué quiere decir? ¿es acaso el Universo como un campo de fútbol o como la superficie de una mesa? ¿está el Universo espachurrado hasta parecer como una hoja de papel? Si es esto lo que nos quieren decir, la verdad es que no habría que prestarles demasiada atención.
Nuestra experiencia más directa nos muestra que esto no puede ser así. Por ejemplo, sabemos quela Tierra, el planeta en que vivimos, y todo lo que la rodea, la Luna y el Sol, etc., no cumplen esa condición. ¿Que ocurre entonces?
En 1977, el cineasta George Lucas capturó la imaginación de millones con su aventura épica La guerra de las galaxias.
Tanto los androides antropomórficos como los efectos especiales convirtieron a este filme en un hito de la ciencia ficción. Lo que más impresionó a los espectadores fue la espada de luz blandida por Luke Skywalker en sus luchas mortales con Darth Vader. Estos míticos conflictos fascinaron a las audiencias con la presencia de una Fuerza invisible que inundaba el cosmos y cuyo poder podía ser convocado por personas comunes que procuraban defenderse de las fuerzas del mal.
Todo esto atrajo a un público que experimentaba el nacimiento de la alta tecnología y los avances del misticismo occidental. Pero, ¿no será que, por medio de este éxito de taquilla, Lucas y compañía comunicaron una verdad mucho mayor de la que ellos mismos imaginaron? Veamos.
“El mundo —decía Arthur Schopenhauer— es mi idea”.1
Si el mundo real es lo que Schopenhauer concibe en su mente, entonces también es sólo lo que cada uno de nosotros piensa o imagina.
Según Schopenhauer lo que conocemos “no es un sol, y no es una tierra, sino tan sólo un ojo que ve un sol, una mano que siente la tierra; el mundo que nos rodea está allí solamente como idea, esto es, sólo en relación con algo más, con aquel que concibe la idea, que es él mismo”.2
Y puesto que somos diferentes ojos, diferentes manos, diferentes conciencias, conocemos diferentes soles, diferentes tierras. Si el mundo es una idea, entonces el mundo es una idea diferente para cada uno de nosotros.
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