
Cuando hablamos del origen de la vida, nos referimos en realidad al origen de la primera unidad metabólica que se puede reproducir y perpetuar.
Antes de los grandes avances en microscopía y otras técnicas de observación, se creía que las células eran unas realidades relativamente sencillas, un protoplasma en cuyo seno se daban unas interacciones químicas que les daban sus propiedades dinámicas y reproductivas.
No fue hasta que se pudieron observar las estructuras de la célula mediante microscopía electrónica de alta resolución y mediante otras técnicas que se llegó al conocimiento de que no era en absoluto así.
Con estos avances, se descubrió que la célula no se trataba de meras interacciones químicas más o menos sencillas, sino de complejísimas interacciones en las que todos unos sistemas de máquinas complejas sumamente miniaturizadas compuestas de piezas de material proteínico cumplían funciones muy específicas dentro de un gran complejo biológico-industrial, con sistemas de almacenamiento, traducción, transcripción y mantenimiento de información, de regulación y control de procesos, de captación, transformación y aplicación de energía, de entrada selectiva de materiales y de su transporte automatizado con sistemas codificados de identificación, con relojes y temporizadores para todos los ritmos de funcionamiento y operación.
Así, el problema del origen de un sistema vivo no se circunscribe meramente al origen de sus sistemas funcionales como tales, sino:
Soporte de información e Información – una distinción necesaria
A veces existe la percepción inconsciente de que el ADN (el Ácido Desoxirribonucleico) ES la información genética, y que si se pudiese explicar la formación del ADN tendríamos resuelto el problema del origen de los códigos de la vida. Es necesario distinguir entre el soporte de la información y la información misma.
Un ejemplo lo tenemos en una onda de alta frecuencia, que no es información de por sí, y que se podría explicar como una emisión debida a un fenómeno natural. Pero una onda de alta frecuencia puede ser soporte de información, cuando una fuente de información (la voz humana, una fuente de música, etc.), modula bien su amplitud, su frecuencia o su fase por medio de unos dispositivos aplicados para este fin. Esto posibilita la comunicación de información de emisor a receptor.
Otro soporte de información es el papel y la tinta, que no explican por sí mismos el mensaje expresado por este medio; es la secuencia de letras la que da el mensaje, bien una novela, bien unas especificaciones técnicas para la construcción de una máquina. Lo mismo sucede con el ADN, que de por sí jamás podría explicar la secuencia de las bases químicas, que constituye unos códigos para unos fines determinados. Esto aparte de la incapacidad de ningún sistema meramente químico, sin dirección inteligente, para producir esta molécula.
La misma información se puede transferir de uno a otro soporte, de ondas electromagnéticas portadoras de un Código Morse (... --- ...) a letras sobre papel (SOS) o a código binario de ordenador o al alfabeto Braille. El mensaje, la información, es una entelequia que comunica unos significados y que puede cabalgar sobre diversos soportes, y que no es por tanto el soporte mismo, sino que es independiente de él.
Así, las cadenas de ADN no son información, el papel y la tinta no son información, la superficie de un CD-R no es información – pero sirven como medios para contener información. Se puede decir con estas palabras: El Quijote, de Cervantes, es mucho más que el papel y la tinta con que está hecho el libro. Hay otra magnitud además del soporte material: está el mensaje.
Así, lo que tenemos es información, que es generada por una mente,
¿Qué fue primero – el huevo o la gallina?
De modo que el problema es: ¿Se formaron primero las máquinas proteínicas por azar? En tal caso, ¿cómo quedaron descritas y codificadas sobre el soporte del ADN y cómo se formó toda la maquinaria proteínica para la transcripción y plasmación de esta información para dar a su vez todas las estructuras proteínicas formadas al principio por azar?
¿O acaso se formó primero el ADN por azar, con los códigos de la vida? ¿Con todas las instrucciones para los diferentes componentes de la maquinaria celular, de captación, conversión y aplicación de energía, y para la identificación y el transporte de materiales a las diferentes partes de la célula, y también las instrucciones para las secuencias y la temporización de su montaje? ¿Y cuánto tiempo transcurrió hasta que se formó por azar toda la maquinaria para LEER estas instrucciones y aplicarlas de una manera funcional?
Y, mientras se formaba la maquinaria para poder emplear la información en este soporte de ADN, químicamente sumamente frágil, ¿cómo se explica la no degradación y disolución de una cadena de ADN cargada de información pero sin las proteínas y las enzimas necesarias para su protección, activación, reparación y reproducción?
Las alternativas
Las diferentes opciones que se han presentado por lo que se refiere al origen de la vida, al origen de la primera célula funcional, son las siguientes:
a. Azar + Selección Natural
b. Ley natural determinista
c. Dirección personal inteligente
a. Azar + Selección Natural
Un argumento que usan los materialistas es que no se puede comparar la maquinaria de la vida, con toda su complejidad, con las «verdaderas» máquinas inventadas y hechas por los hombres, «porque las máquinas hechas por los hombres no se reproducen, y es la capacidad que tienen de reproducirse lo que hace que los seres vivos puedan evolucionar mediante la selección natural». Pero este argumento es totalmente falso en relación con el origen de la vida: No se trata solo del hecho de que todas las máquinas de las células, que son verdaderamente máquinas más que microminiaturizadas, son de una complejidad exquisita y que están coordinadas en sus funciones en tiempo y ritmo para sistemas de tratamiento, traducción y transcripción de información. Se trata también de que la reproducción de la célula no puede darse HASTA QUE TENEMOS LA CÉLULA COMO UN TODO.
Por tanto, el materialista no puede aducir ninguna diferencia entre la maquinaria de la célula y la maquinaria inventada por el hombre «porque se trate de sistemas vivos». No existe vida biológica hasta que existen todos los sistemas informáticos con toda su maquinaria, tanto la información misma contenida en su soporte material de ADN, transcrita luego por todo un conjunto de maquinarias constituidas por piezas específicas de proteínas que luego traducen esta información para la elaboración de los materiales necesarios, y como instrucciones de posicionamiento y direccionamiento de los materiales, y para la temporización y regulación de las diferentes funciones celulares y organísmicas de la vida. Se precisa de un sistema completo para que las complejísimas funciones de la vida puedan COMENZAR A EXISTIR.
El paralelismo del origen al azar de una célula se debería hacer con el de un conjunto industrial automatizado de una complejidad tal que se pudiera reproducir a sí mismo, desde todas las bases de datos con todas las especificaciones completas de todas las maquinarias, sus ubicaciones, los materiales que han de recibir y cómo deben proceder con ellos, y del mantenimiento mismo de todo el conjunto, hasta las maquinarias mismas y todo su entorno, conexiones, sistemas de captación, transformación y aplicación de energía, sistemas de regulación y control de los procesos, tolvas de entrada y compuertas de salida de materiales específicos, etc.
De modo que el materialista no puede soslayar el problema real que se le plantea del origen de estas máquinas con la afirmación de que «son sistemas vivos», porque dichos sistemas vivos no existen hasta que no tenemos la existencia integrada de todo este sistema informático con todas sus máquinas, en el que las máquinas proteínicas están codificadas en el ADN, pero en el que el ADN no puede expresar su información aparte de la acción de todas estas máquinas proteínicas.
En el binomio «Azar + Selección Natural», por mucha importancia que se atribuya a las «presiones selectivas» para dar la impresión de que dicha presión impulsa al surgimiento de nuevos órganos y de nuevas funciones biológicas, se debe reflexionar que la selección, natural o artificial, solo puede operar sobre aquello que ya existe, y además que solo puede operar con entidades que ya se reproducen. Por tanto, la selección natural solo puede existir cuando la célula viva ya existe y se reproduce. Por ello mismo no puede invocarse como causa para su origen. Evidentemente, la selección natural no podría actuar para escoger los componentes necesarios para la formación del complejo sistema reproductor de la célula, al no existir todavía la imprescindible función reproductiva. En este caso se trata de la formación de todo el conjunto integrado de la primera célula por puro azar. Y el azar queda excluido.
b. Ley natural determinista
Durante las primeras décadas de las especulaciones acerca de cómo se hubiera podido formar una primera célula viva por procesos puramente materialistas, hubo un sector de materialistas que expresó la convicción de que las leyes naturales mismas hubieran llevado a la formación inevitable de la vida. Entre otros, Kenyon y Steinmann expresaron esta postura en su libro Biochemical Predestination (Predestinación bioquímica). En la actualidad todavía se expresa esta idea con el concepto popularizado de que si las condiciones son idóneas, la vida surgirá de forma necesaria. La idea es que si encontrásemos un planeta o un satélite con condiciones «terráqueas», podríamos esperar encontrar vida, naturalmente formada por estas mismas leyes naturales, según se supone.
Pero la realidad es que las propiedades de los sistemas químicos IMPIDEN la acumulación de los componentes necesarios para la vida, e incluso no solo la acumulación, sino también incluso la formación de dichos componentes (ADN, cadenas polipeptídicas, etc.), por no hablar de todo el montaje de los componentes en sistemas dinámicos coordinados de máquinas proteínicas lectoras de código, correctoras de mutaciones, transcriptoras, reguladoras, constructoras, y de captación, transformación, aplicación y regulación de energía, de transporte automatizado de materiales, etc. Las leyes naturales son impotentes para explicar el origen de la vida. Más aun, lo impiden en ausencia de una acción deliberada, bien inmediata o mediada, porque actúan en dirección contraria; no son integradoras, sino desintegradoras.
c. Dirección personal inteligente
Así como el conjunto de componentes mecánicos, eléctricos y neumáticos, estáticos y dinámicos, de un sistema coordinado y automatizado de máquinas, no se puede explicar mediante el azar ni por las leyes de la materia (aunque cuando todo el conjunto ha sido construido inteligentemente, sigue ciertamente las leyes físicas y químicas), las estructuras bioquímicas y su encadenamiento no se pueden explicar tampoco por el azar ni por la acción de la ley natural. Todo ello es expresión de un ingenio inventivo para conseguir un fin determinado; todo ello habla de una Mente, y más todavía, de una Mente Creadora llena de propósito: de la Deidad y del Poder de Dios.
Negación – no refutación. El materialismo como idolatría
Los que niegan a Dios Su capacidad y poder para crear acaban, muchos de ellos, atribuyendo esta cualidad a aquello que objetivamente no la tiene —al universo (por ejemplo, Sir Fred Hoyle [El Universo Inteligente], De Duve [Polvo vital], a los sistemas fisicoquímicos, etc.
De modo que niegan a Dios el ser, la sabiduría y el poder, y atribuyen todo esto a la [N]aturaleza, «la Madre Naturaleza», etc. Niegan a Dios la adoración que le pertenece y adoran al ser creado, lo que con justicia denuncia la Escritura como un pecado capital de una cultura que se ha levantado en rebelión contra Dios:
«Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, ... ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.» (Romanos 1:18-22, 25.)
Descarga gratis en tu teléfono y tablet 'En Busca de Jesús" y aprende cada día más acerca de la Biblia pulsando aquí
Este sitio utiliza cookies para mejorar la experiencia de usuario. Saber más
jovenes-cristianos.com | El portal cristiano para jóvenes en español | Copyright © 2022 | Todos los derechos reservados |