Por lo general, el mundo occidental se rige por el calendario Gregoriano (el 1 de Enero es el primer día del año), pero muchas culturas y religiones del mundo se rigen por otros calendarios con distintos propósitos ceremoniales y religiosos y es por tanto que las celebraciones de Año Nuevo pueden sucederse en distintos meses del año.
La fecha exacta del nacimiento de Jesús nadie la sabe, muchos teólogos e historiadores están de acuerdo con que no es posible saber con exactitud cuando Jesús nació.
Pero la fecha del nacimiento no es lo importante, tampoco es importante los arbolitos, las luces, la comida, los regalos, etc. Lo más importante es no olvidar el verdadero significado de la navidad.
La Navidad es una de esas fechas donde pareciera que todo o casi todo a sido dicho ya, lo cual, en parte, es cierto.
Pero no por cierto es que podemos dejar pasar esta fecha sin que nos demos cuenta de lo que estamos festejando, porque en una sociedad tan atada al consumo, parece que la Navidad es sólo una oportunidad donde nos vemos casi obligados a consumir más que en otras fechas, primando el tener por sobre todo lo demás.
Cuando la vida depende de una decisión. Fueron años de oración, de lágrimas, de pruebas, desalientos y fortalezas.
Parecía que Dios no atendía mis oraciones. Todo el esfuerzo que hacía era en “vano”, mi esperanza se estaba apagando lentamente, como una luz tenue que va camino a la oscuridad. Mis fuerzas se habían desvanecido de tanto llorar.
La última lágrima que decidí que corra por mis mejillas estaba llegando a mis labios, cuando, de repente me paré de un salto de mi cama en una noche lóbrega, “solos”, Dios y yo.
“Estando él sentado en el Monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas y qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo?” Mateo 24:3
El capítulo 24 de Mateo y en el versículo 33 leemos las propias palabras de Jesús sobre su venida en breve: “Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas”.
Algunos preguntan por qué es que Jesús aún no ha venido, si la promesa es que él volvería en breve.
Pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo. No debemos extrañar que los problemas relacionados al sueño interfieran en la salud y calidad de vida. Mientras dormimos, el cuerpo se restaura, se liberan las hormonas, se consolida la memoria, y se prepara para las actividades del día siguiente.
La vida espiritual también es afectada por la falta de sueño. El cristiano moderno necesita hoy, más de que nunca, de un cerebro en pleno funcionamiento para discernir las cosas espirituales y escuchar la voz de Dios.
“Y además de otras cosas, lo que sobre mí se añade cada día: la preocupación por todas las iglesias” 2 Corintios 11:28
En más de una ocasión buscamos el aplauso humano más que el aplauso del cielo. Necesitamos que la gente valore lo que hacemos por la iglesia. Que nos reconozcan y no nos critiquen. Como veremos en este artículo, eso nunca ha sido fácil, ni siquiera para nuestros primeros creyentes.
El texto mencionado, es parte de un pasaje cuyo contexto inmediato comienza en el capítulo 10 de 2 Corintios, donde Pablo presenta la defensa de su autoridad apostólica. Los hermanos de Corinto apreciaban mucho a los nuevos y falsos líderes a expensas del padre de la fe (Pablo), considerado intrépido por carta, pero débil personalmente (versículos 1 y 2).
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